sábado, 19 de enero de 2013

Losang Gyatso: Carta a una Amiga.

Amiga mía:

Bien sabes que soy lento de reflejos e ignorante. Pero después de reflexionar un rato, me gustaría compartir contigo algunas de las ideas que han surgido en mi mente tras la tertulia de esta tarde en tu casa.

Me llena de gozo el comprobar la naturaleza compasiva de tu mente, tu disposición ante el sufrimiento ajeno, el que te regocijes ante el bien de los demás. Este regocijo en el bien ajeno es una de las joyas que adornan tu corazón, es una joya de brillo incomparable, que luce ante la visión de aquellos que se deleitan en la virtud de los demás.

Sin embargo, en este punto, tenemos que distinguir entre compasión y lástima. Parecen lo mismo, pero no lo son. La compasión es activa, y lleva dentro de sí a la sabiduría. Y al tener dentro de sí a la sabiduría, no causa dolor. La lástima es impotente, sin sabiduría, duele, y hay en ella algo de temor.

Como decías, en el mundo hay mucho sufrimiento. Eso es algo innegable. Pero una gran parte proviene de nuestras propias emociones aflictivas descontroladas. Es por codicia hacia las riquezas por lo que se miente, roba, mata, se emprenden guerras, etc. Todo eso, que depende de nuestro comportamiento, puede ser evitado. Pero para eso todos y cada uno de nosotros tendría que tener un comportamiento moral estricto para consigo mismo, y respetuoso con los demás. Y lo cierto es que puede más nuestro miedo, nuestra codicia, nuestro deseo sexual, nuestra envidia, celos, odio, etc, que el resto de comportamientos positivos que también están dentro de todos y cada uno de nosotros. Pretendemos ser felices complaciendo a nuestros sentidos, lo que es algo así como el secar el suelo echando más agua.

Estaba pensando en la situación de aquella niña en coma, y en la de su madre. Estas situaciones de sufrimiento suelen parecer injustas, desde el punto de vista común.

Desde el punto de vista de la Ley de Causa y Efecto, la Ley del Karma, que contempla la existencia eterna de un continuo de consciencia, llámesele mente o alma, esa niña en una vida pasada, en otro cuerpo, ha cometido acciones negativas o pecaminosas que en esta vida han fructificado como enfermedad. Por su parte, su madre también ha generado un karma que le ha traído esta situación de su hija. Visto así, tenemos el sufrimiento de la hija, y el sufrimiento de la madre. Que son dos seres distintos, unidos en este caso, entre otras cosas por esta relación. Aunque sea desagradable, visto con una mente positiva, la niña está “pagando sus deudas” que de lo contrario seguirían aumentando, y teniendo en el futuro consecuencias peores. La madre, con todo ese sufrimiento desagradable, al estar tan volcada en el bien de su hija, de forma desinteresada, está acumulando grandes raíces de mérito que fructificarán en el futuro, a veces en esta misma vida.

No hace muchos días que estaba yo recordado una parte del Evangelio de Jesucristo, en el que se hablaba de un ciego. Cuando los discípulos al ver a un ciego le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿Quién pecó, él o sus padres?”; Jesús les respondió: “No pecó él, ni sus padres”.

Desde el punto de vista de la Ley del Karma, de la causa y efecto, el que fuera ciego no era un castigo impuesto por algo que el ciego hubiera hecho en esta vida, ni tampoco un castigo para los padres por algo que hubieran hecho en esta vida; sino que uno y otros han generado causas en el pasado que han tenido como resultado precisamente esos hechos.

Tampoco es que Dios se dedique a fastidiar a unos y a premiar a otros porque sí. Es solo causa y efecto, y continuidad de la consciencia, o de la mente, o del alma, o como quieras llamarle.

Por eso, cuando nos comportamos de forma espontánea amablemente con los demás, cuando hacemos el bien sin el deseo de que se nos reconozca, hay una gran felicidad interior. Cuantas más virtudes acumulemos, mejor nos irá en el futuro, menos miedo tendremos, y también desarrollaremos una cierta habilidad para aprovechar todo lo que nos suceda en cada instante de nuestra vida como un medio de crecimiento espiritual. No hay nada de aburrido en ello, ni de triste. Al revés, hay un gran gozo, y una gran libertad.

Puesto que te quiero de corazón, nada me alegra más que el comprobar cómo tu enfado disminuye, y cómo toda esa mente positiva cada vez es más fuerte dentro de ti. Lo más grande de ti está dentro de tu corazón; no importa mucho la edad, si es que eres capaz de vivir siempre en este AHORA ETERNO. Cuando la gente es joven piensa en construir una familia, y en sacarla adelante. En la madurez, lo más cuerdo es pensar en  la otra vida, en acumular las mayores cantidades de virtud, y en llevar una vida armoniosa. Porque ninguno de nosotros vamos a llevar ni tan siquiera nuestro cuerpo con nosotros. Solo las buenas y las malas acciones de pensamiento, palabra, y obra. Es así.

 

Maxi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario